domingo, 6 de mayo de 2012

Que te compre quien no te conozca.

Taco esperaba ante la puerta del tenue y ordenado despacho de Antonio, mientras éste hablaba por el desgastado teléfono, con un cálido semblante que se enfrió en el momento en que su mirada fue invadida por la de su excompañero.




Recuerdos de su pasado profesional compartidos con Antonio le invadían el pensamiento. Tanto como el aroma a cocido que le llegaba desde la cocina, a pocos metros de la oficina, separada por una enorme mampara transparente y una castigada puerta. Divertidas anécdotas, ladrones de muchas horas de sueño resueltos y celebrados con el orgullo profesional de quien tiene la sensación del trabajo bien hecho , excelentes cursos de formación, reuniones,... Todo se entremezclaba en su mente con añoranza y la sensación de quien considera que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor. Compartir de nuevo la profesión con Antonio sería un placer y eso precisamente era lo que le había llevado a estar, ahora, frente esa puerta.

Antonio, mientras iba poniendo fin a su conversación telefónica, volvió a sentir esa sensación que, desde prácticamente el inicio de su relación profesional con Taco, le acompañó para no dejarle ya. Se le encogía el alma cada vez que pisaba el centro de Taco.  Las ventas caían mes tras mes. La ineficiencia del personal era notoria por la poca capacidad de liderazgo de su responsable. La imagen de la cafetería permanecía inalterable a lo largo del tiempo. Antonio aleccionaba a Taco con innumerables instrucciones, "cambia el formato de este producto, añade este otro, rota la oferta, juega con este color, cambia el menú, exige más a tu personal y trabaja tu menos horas, distribuye así las vacaciones,....". Insufrible. Taco, entonces, como buen empleado reactivo, obedecía al pie de la letra lo que su jefe le planteaba, pero sólo por un breve espacio de tiempo y siempre se le olvidaba algo. Antonio, vista la poca proactividad de su subordinado, dudaba hasta de que compartiera su punto de vista de los objetivos a conseguir, que había que innovar, gestionar mejor los costes y dirigir con mayor profesionalidad a la plantilla, etc.

Sin lugar a dudas, Taco era el típico profesional que te gana por su cortesía, buena educación, nobleza personal y simpatía, pero que te pierde por su desempeño. Esto comenzaba a ser un problema. "Si no eres parte de la solución, empiezas a ser parte del problema", pensaba.  En alguna ocasión, meditó la posibilidad  de despedir a Taco. Nunca se llegó a decidir. Por una parte, por ser la única persona de confianza que poseía en el centro, otra por sacar el trabajo de dos empleados, y quizás, la definitiva, Taco era una muy buena persona, muy trabajador, que hacía lo que podía dentro de sus capacidades y que pronto, además, sería padre.

El destino hizo el trabajo que no pudo llevar a cabo Antonio. Una temeraria oferta de la competencia hizo decantarse a su cliente por el cambio. La empresa para la que trabajaba Antonio perdió el centro, y con él a Taco. Taco fue subrogado por la nueva empresa, y despedido a los pocos meses.

Antonio le hizo un ademán para que entrara, mientras colgaba el teléfono con la otra y se incorporaba para darle la mano. Taco le saludó afectuosamente, como acostumbraba. Intercambiaron varias noticias sobre las nuevas de la familia, antiguos compañeros de trabajo, y de la empresa, llegando a la triste situación de desempleo en la que se encontraba ahora. Taco, mirándole a la cara y sabiendo lo que pensaba Antonio se arriesgó a comentarle "Antonio, ahora ya no te fallaré, te haré caso. He cambiado". Antonio, sonrió amargamente con el afán de devolverle la cortesía que mostraban sus palabras, mientras le comunicaba, seriamente, "Taco, que te compre quien no te conozca".

1 comentario:

Julio López dijo...

Ya me tienes agregado en tu blog, nos veremos de cuando en cuando por aqui.
Un saludo.