sábado, 19 de mayo de 2012

La primera lección

España. En plena crisis del 92Aurora, a sus 23 años, acababa de promocionar a Responsable de Turno, en otra de las cafeterías gestionadas por una importante empresa de Restauración Colectiva. De familia muy humilde, con todos sus miembros parados, terminando sus estudios universitarios a distancia (se le atascaba la maldita asignatura de estadística), con pocas posibilidades de encontrar otro trabajo y con una importante letra que pagar, la de su reciente y flamante Ibiza, de segunda mano; veía en esta promoción la posibilidad de ayudar en casa, progresar profesionalmente, de labrarse un futuro en una gran empresa, una multinacional. No podía creer todavía que fuera ella la seleccionada, entre los muchos candidatos que optaban al puesto. Se jugaba mucho. Se lo jugaba todo. Un puesto de responsabilidad. Un reto para alguien sin experiencia ni formación en la dirección de personas. ¿Estaría a la altura?. Conocía perfectamente que una cosa es ser una trabajadora eficaz, aconsejar a compañeros, ayudarles, incluso animarles cuando las cosas se complicaban, con los corrientes conflictos, etc. y otra muy diferente es organizarlos, dirigirlos, motivarlos "desde el otro lado".


Rulo la esperaba con las ideas muy claras en el nuevo centro destino de Aurora. Nada más aterrizar, la saco a la cafetería de enfrente, buscando una malograda intimidad. Más que una lúgubre cafetería, era una antro barato donde ahorrar unos céntimos, pero que bien se cobraban con la tortura del intenso olor a cocido (los dueños cocinaban su comida diaria en un intento de discreto rincón, separado por unas mamparas isabelinas). Rulo tenía una fiera mirada, cuando escupió unas palabras fermentadas por el tiempo o las desgracias personales, quien sabe. "Estás aquí y no se por cuánto tiempo". "Desde luego, si te pareces en algo a Antonio  estás acabada", "es un muerto viviente que no manda nada, no tiene autoridad, no exige y no sanciona a nadie, le toman el pelo, es una planta". ¿Quíén es este Antonio?, se preguntaba Aurora que miraba a su jefe fijamente sin atreverse a preguntar. "Yo confío en ti, pero no se si la mala influencia de Antonio te pasará factura". "No sabe trabajar". Aurora negaba con la cabeza, intentando transmitir compromiso, con la certidumbre de que la primera prueba era ganar algo de confianza.  "Hay que sancionar para ganar respeto, por lo mínimo". Aurora afirmaba ahora con la cabeza, intentando apaciguar la agresividad de este señor peleado con el mundo al que no conocía de nada, su nuevo jefe. "Estás a prueba. No me decepciones, porque estás en la calle a la primera". Un nudo se le instaló en la garganta quitando toda posibilidad de articular palabras. En el momento en que salió por la puerta, Aurora , hubiera sido capaz hasta de matar, si se lo hubieran pedido. Fue su primera lección. Ahora, unos años más tarde, desde su madurez profesional, en su nuevo despacho, reconoce lo que tardó en descubrir la lamentable encargada que fue durante dos años. La más dura, prepotente y odiada encargada del centro. Recibió como premio a su dedicación lo mismo que Rulo, un fantástico despido disciplinario.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente.

Una cruda realidad, si digo que me ha pasado lo mismo, puedo asegurar tambien que a otros como yo le ha podido pasar lo mismo.

Mi respuesta: El respeto hay que ganarselo con el trabajo,primero tú eres el que tienes que realizar un trabajo impecable como responsable.
Las sanciones, despidos, partes, son herramientas de correccion.El uso de estas herramientas no garantiza que el trabajo se cumpla de manera mas certada.

Unknown dijo...

Gracias por el aporte de tu experiencia Ignacio.