domingo, 20 de octubre de 2013

La oferta de Rulo y la oportunidad de John


Rulo espera ansioso a John, un nuevo candidato al puesto. Otro más. Todo lo que cree que aprendió en la restauracion colectiva no le ha servido de nada, su negocio se hunde.

John deja atrás las angostas callejuelas de su barrio, muy parecidas a las de su tierra, entrañables e infinitamente lejos, al otro lado del Atlántico. En su mente revisa cómo afrontar la entrevista, reforzar puntos fuertes, reformulación positiva, empatía, … Ante él, una nueva oportunidad que acoge con ilusión y sorpresa. Hace apenas unos días que dejó su Curriculum Vitae en ese restaurante, justo debajo de aquel extraño y lipídico cartel de oferta de empleo.

Al entrar, el superficial olor a rosas cargado de desidia le embarga de nuevo. Al fondo, un par de ancianas terminan su chocolate con churros que ofrece extrema resistencia, abusando de sus castigados molares. Avista, a duras penas, al delgado camarero cuando abandona su posición lateral.

- ¿Qué toma?

- Buenos días, me llamo John y estoy interesado en la oferta de empleo.

- Sí, habló por teléfono conmigo. Rulo, su socio para servirle. Cuando lo vi, supe que era el profesional que buscaba.

-Gracias señor, me deja sin palabras -Hoy debe ser mi día de suerte, piensa eufórico John, mientras trata de templar sus sentimientos.

-¿Usted quiere ser socio de este negocio? No va a tener que invertir ninguna cantidad, yo creo que usted es el profesional adecuado.

- ¿Me puede explicar? -Comenta John muy extrañado, no está nada acostumbrado a que la vida le regale oportunidades. Su incrédula cara le delata. Hace tiempo que dejó de creer en las hadas.

- Mire, usted es la persona adecuada. Usted tiene que ser socio. Mire, todo lo que usted venda a partir de 60.000 euros mensuales es suyo.

John, que ya ha trabajado en negocios similares, mira alrededor. Sabe perfectamente, sin hacer cuentas, que ese restaurante no factura ni de lejos esa cantidad.

- Usted, como socio, claro, no va a tener otro sueldo. Pero lo tiene que ver como socio, es importante que lo vea como socio.

- Pero… Si por lo menos tuviera un salario mínimo. Hábleme del horario.-John se resiste a tener que abandonar la oferta, intenta negociar una solución que roza su dignidad profesional.

- Usted, le repito, es importante que lo vea como socio, y como tal usted tiene que trabajar todos los días, once horas, como yo. Como socio. Recuerde verlo como socio.

- Mire usted. No me va a interesar, se lo agradezco –John no cree en sociedades de ese tipo. Su cara le arde, más por vergüenza que por el enojo que le produce tal tomadura de pelo.

- Sí. Le interesa. Recuerde mirarlo desde el punto de vista de un socio. Como socio.

- No, de verdad, no me interesa, gracias –John sale ya por la puerta, indignado y totalmente desilusionado.

- Piénselo, pero que sea como socio. Como socio -le repite a gritos desde la puerta Rulo, que trata infructuosamente de seguirlo con la vista, mientras la figura de John se desvanece ya entre el tráfico de los coches y las gentes que, como él, quizás van perdidos en un tumulto que busca incansablemente su oportunidad.

Pasadas unas semanas, John, en su continua e incansable búsqueda de empleo llega a extraño lugar que no consigue recordar, hasta que visualiza las desgastadas y pesadas puertas metálicas bajadas del restaurante, tan sólo alegradas por un llamativo cartel donde se lee claramente: “Se traspasa”.

¿Qué falló en la venta de Rulo? ¿Perdió John su oportunidad?