domingo, 28 de septiembre de 2014

La mochila

 Morales luce pantalones negros y una americana marrón que cubre parcialmente su blanca camisa. Anda erguido a pesar de la enorme, pero invisible, mochila que tira de su espalda y amenaza con torpedear su centro de gravedad. En ella, introducidos a alta presión, se maridan múltiples circunstancias negativas y hostiles, agravadas por la actual situación económica y social. Es una curiosa mochila, prácticamente casi llena y que intenta quitarse de encima cada noche en la ducha, pero que difícilmente lo consigue. En algunas ocasiones, cuando cree haberse liberado de ella, aparece repentinamente con más fuerza, si cabe. ¿Cómo desprenderse de ese terrible peso? Morales no puede eludir su responsabilidad, ni sus obligaciones.

En el ámbito laboral, prefiere hacer numerosas tareas que podría delegar a sus subordinados, parcial o totalmente. Necesita hacerlas. Debe hacerlas. Al fin y al cabo, es su trabajo. Así pues, está convencido de que los pedidos en manos de otros dispararán el consumo y los costes. No. No lo puede permitir. También se encarga de la recepción de la mercancía, otra fuente de conflictos; equivocaciones en cantidad o calidad; fallos en el día de servicio por roturas de stock; etc. Además, los proveedores, cada vez más, suben los precios por el encarecimiento de la distribución debido al alza del combustible y eso le afecta sustancialmente a sus costes variables. La elaboración de los horarios también son una tarea imprescindible. Nadie posee su habilidad y conocimiento de las necesidades del servicio para cuadrar bien las horas, y los costes de personal ya son excesivos. Nadie controla a las empresas de mantenimiento cuando se presentan a solucionar las averías, y su coste es también muy alto. Varias horas extras facturadas de más pueden suponer desviaciones importantes en el resultado mensual.  Se ve forzado a asumir esta tarea. Otras adicionales también ocupan su espacio, como las administrativas, las llamadas, las reuniones, la resolución de problemas que surgen en cualquier momento y que no pueden esperar. La situación no ayuda precisamente, los clientes aumentan sus exigencias y algunos empleados desarrollan un desempeño en su puesto de trabajo que deja mucho que desear, a pesar del privilegio que supone ser empleado en estos momentos. La situación económica de la empresa no es nada prometedora. Los números rojos invaden su cuenta de resultados. Las ofertas han sido demasiado agresivas, pero no menos que las que la competencia. Su responsabilidad no entiende de excusas, su obligación es la de rentabilizar la cuenta en cualquier circunstancia. Todo ello va directo a su mochila.

Cuando abandona físicamente su lugar de trabajo, y su móvil o el portátil no le reclaman, asume las tareas propias del hogar, compartidas a dúo. Se preocupa por la salud y educación de los suyos, la situación social, política y económica del país. Sufre especialmente en algunas reuniones familiares o con amigos que le demandan un puesto de trabajo, exponiendo sus traumáticos y reales escenarios. Amigos o conocidos, profesionales con amplia trayectoria o escasa, con forjada formación o carentes de ella, etc. Cientos de perfiles variados que le solicitan un lugar en la empresa y que se acumulan, irremediablemente, en una perniciosa montaña de documentos que le esperará cada día en un privilegiado lugar de su estantería, muy visible y justo encima de los expedientes de los actuales trabajadores, algunos de los cuales se verá forzado a despedir, y casi todos con familia que mantener, hipoteca que pagar y unos hijos que alimentar. No obstante, no hay otra posibilidad. Es su trabajo. Debe aumentar la productividad para que la empresa continúe siendo competitiva y defender los puestos que queden en ella. Todo ello va directo a su mochila.

La invisible mochila posee un fondo aparentemente ilimitado, pero su peso le convierte cada vez más en un hombre solo, distante, con humor desagradable. Un hombre que sólo trabaja, acumula problemas y que se hunde cada día más, porque algo invisible, pero con una desproporcionada fuerza, le arrastra hacia las profundidades. Algo que le impide avanzar tanto a él como a su organización. Sólo una firme decisión le puede ayudar, limpiar a fondo su mochila cada cierto tiempo; sacar de ella algo de peso y repartirlo entre sus empleados, proveedores e incluso clientes. En el ámbito personal debe hacer un esfuerzo por no coger el peso que otros intentarán introducirle y que no le corresponde, porque nadie debe llevar, con demasiado agrado, el peso de los demás. Al menos no por norma.

 ¿O sí? ¿Te pesa mucho tu mochila? ¿Qué harás?

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