sábado, 6 de octubre de 2012

El fraude del insolidario Alfonso

                             Antonio y Alfonso, diríase que son conocidos. Son ese tipo de señores que se encuentran periódicamente en el rápido desayuno o en la pausada y merecida cerveza de un Viernes noche de una Cafetería, tras una intensa jornada laboral. Precisamente hoy es Viernes, 28 de septiembre. La próxima semana los niños de Alfonso se quedarán en el comedor escolar, gracias a la  beca correspondiente a una familia con bajos ingresos. Los ingresos de Pilar no constan en la unidad familiar porque tiene, ilegalmente, la peluquería en un altillo, con el típico toldo rosa que, en alguna perdida tarde-noche de invierno, algún necesitado ha entrado con la intención de solicitar el servicio equivocado, hasta que se ha topado con un secador industrial o la cara de pocos amigos de Pilar. Alfonso acaba de llevarlos al colegio porque, hoy, su esposa tiene que abrir antes la peluquería. Los Viernes son muy concurridos siempre, pero ahora con la crisis más, mucho más. Las pocas clientas que tenía entresemana se han pasado a los Viernes, Sábados y vísperas de festivos. Eso le ha obligado a contar esos días con un par de aprendizas, Sole y Mila, a las cuales paga malamente y, por supuesto, en negro. No las tiene dadas de alta. Ya tuvo mucho ojo al seleccionarlas, mejor que estuvieran cobrando el paro, así no podrían denunciarla.

Como cada principio de mes, Antonio pasa por el Banco.

- ¿Sería tan amable de domiciliarme la cuota del comedor de la empresa de restauración colectiva de mis hijos?. Este año no hay beca.- Mira nerviosos el reloj, se le presenta un intensa jornada, como preparar la facturación con el nuevo I.V.A, los costes de la seguridad social, o formalizar un montón de finiquitos correspondientes a los contratos de las sustituciones de verano, si bien, con la crisis, tiene menos finiquitos que el anterior. A su espalda, un poco lejos de ventanilla, escucha la conocida voz de Alfonso, que se dirige a una ancianita.

- Buenos días. ¿Le importa que pase delante?, voy a cobrar el paro pero debo presentarme en la consulta del médico a las 09:20.

Realmente tiene cita por la tarde, a las 19:30, pero en su lugar le espera el cochambroso tallercito de su cuñado, a las afueras de la ciudad, con un urgente pedido de calzado, casi completado. No está mal, el sector del calzado parece que se recupera justo cuando se le va a terminar el periodo de prestación. El próximo año echará de menos ese doble sueldo, al que lleva ya unos alternos años acostumbrado.

La ancianita le muestra cara de desprecio y no se mueve, dando la callada por respuesta. Alfonso, mientras espera en la cola, recuerda como últimamente ya no espera en la consulta tanto como antes. Hay más centros de salud, y más médicos. Recuerda como pasaba algunas tardes enteras en la sala de la consulta médica, en cuyos azulejos verdes se reflejaban las innumerables peleas de señoras que se reclamaban agresivamente su turno. Tendrá que encontrar, en la próxima ocasión, una excusa mejor, reflexiona.

El silencio de la oscura noche en la calle contrasta con el jolgorio y la luminosidad de la barra de una cafetería. Reclama protagonismo la amarga rodaja de pepino del gin&tonic de Antonio, justo al lado de la cerveza con tapa gratis de Alfonso. Frente a ellos, en la televisión, las noticias de la primera enuncian nuevas medidas encaminadas a reducir el déficit del país, entre las que se encuentra el aumento de impuestos, la supresión de trabajadores públicos interinos, etc.

 - Que poca vergüenza que tiene el gobierno, cada vez abusa más de los pobres trabajadores como yo, -le comenta un convencido Alfonso a Antonio - Oye, ¿tú crees que nos quedará alguna ´"paguica" cuando nos jubilemos?

A Antonio, que conoce al "pájaro" perfectamente, le va a sentar mal la copa, por lo que se dirige al camarero mientras trata infructuosamente de sonreír a Alfonso.

- Mire usted, no le cobre a ese señor su cerveza que, ya puestos, se la pago yo también. A ver cuándo este gobierno decide eliminar el dinero físico y obliga a todo el mundo a pagar electrónicamente, devengándose el IVA en las mismas transacciones.

Alfonso que, del comentario que este señor tan educado ha hecho, tan sólo ha entendido lo de la cerveza,  le esboza su mejor sonrisa, a título de despedida.

Y usted, ¿Lo hubiera invitado?, ¿Porqué?.

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