El esfuerzo unido al tenue, pero constante, progreso siempre había acompañado a Rebeca. Los amigos y amigas que la rodeaban, su familia, los compañeros y compañeras de trabajo, incluso las que la envidiaban, admiraban su gestión del tiempo. Siempre trabajó mientras se formaba, incluso en varias empresas simultáneamente en las temporadas donde la necesidad le apremiaba a incrementar sus ingresos. Dejaba las migajas del estricto reloj para su vida social, la cual vivía con una intensidad que contagiaba a quien rodeaba, posiblemente desconocedor del valor que esos pequeños momentos tenían para ella. Las empresas de restauracion colectiva para las que trabajó reconocieron su valía. La promoción planeó tímidamente sobre su proyecto laboral, con pequeños cargos de responsabilidad, pero nunca llegó ese importante cargo de dirección en el que tuviera acceso al poder de transformar la realidad, dotarla de otra dimensión, crear un nuevo estilo, reinventar la empresa de forma que sorprendiera a todos y, así, saciarse del éxito verdadero que siempre le fue negado. Era una intensa obsesión que la guiaba sin descanso.
A Rebeca siempre le gustaron los niños. El instinto de maternidad estuvo esperando pacientemente ese precioso momento en el que la vida cobra un sentido especial. Más que eso, cobra su más absoluto sentido. Ese momento llegó hace unos meses, en un entorno laboral y social estable. Su precioso bebé emite un pequeño sonidito, la mira con sus azules ojos y la desconcierta. Se le nubla la mirada y un nudo en su garganta le impide disfrutar, como ella quisiera, de su mayor logro, de su razón de vivir. Desvía su mirada hacia unos ordenados documentos sobre el escritorio de su pequeño rincón de casa, donde trabaja, estudia, lee. Su mente la lleva hacia la reciente reunión con su superior, hace tan sólo unas horas. Más de quince mil empleados en la compañía y la han seleccionado a ella para ocupar un lugar en la alta dirección. Unas condiciones excelentes pero una terrible, viajar a menudo. Estará fuera de casa la mayor parte de los días laborables. Quizás por deformación profesional, en su mente, elabora una matriz DAFO que la ayude a elegir, a clarificar sus preferencias, a tomar una decisión. Revisa sus fortalezas y debilidades, sus oportunidades y amenazas. Las desglosa en un aire cargado de una intensa y extraña sensación de que se equivocará, elija lo que elija.
¿Le pasará factura su negativa a la dirección de la empresa? ¿Realmente, vale la pena renunciar al éxito laboral frente al personal? ¿Tú que harías?